Campeones sin trofeo

La Argentina Sub-20 y un orgullo renovado

A pesar de no levantar la copa en el Mundial de Chile 2025, la selección que dirige Diego Placente dejó una buena sensación en el fútbol argentino de cara al futuro.
Por Juan Pablo Gonzalez
NOTA

“La historia la cuentan los que ganan”, dijo alguien alguna vez. Esa frase marcó el rumbo del fútbol argentino durante años, y ha instalado la idea de que los procesos no sirven si no tienen un resultado exitoso. Sin embargo, el andar de la selección argentina Sub-20 en el reciente mundial de la categoría invita a reflexionar sobre el verdadero significado de la palabra “éxito”.

El escenario planteaba complicaciones de antemano. El plantel se vio diezmado por la decisión de varios clubes de Europa de no ceder a figuras de la talla de Franco Mastantuono, Claudio Echeverri, Valentin Carboni o Aaron Anselmino, sumado a que la designación de Chile como país anfitrión suponía jugar todos los partidos con un clima de hostilidad en las tribunas.

Argentina compartió grupo con Italia, Australia y Cuba. El debut fue el 28 de septiembre con victoria por 3 a 1 ante los cubanos, donde la selección mostró la resiliencia como la primera de sus virtudes, superando la adversidad de jugar en inferioridad numérica casi todo el partido por la temprana expulsión de Santiago Fernández. El equipo nunca renunció a su estilo y siempre tuvo el dominio del juego.

La contundencia definió el triunfo ante Australia, un rival más difícil de lo esperado. Alejo Sarco, en dos oportunidades, Ian Subiabre y Santino Andino sellaron el 4 a 1 final, luego de un trámite de mucha paridad, y los chicos sacaron pasaje a los octavos de final del certamen.

Con la clasificación en el bolsillo, bastaba un punto para asegurar el primer lugar en la zona, y era hora de probarse ante un rival europeo. La Albiceleste debió ser perseverante para ganarle a Italia con un gol de Dylan Gorosito, que llegó después de 74 minutos de paciente búsqueda. El equipo se veía cada vez más maduro y trabajado, y empezaba a afirmarse en su condición de candidato.

En el 4 a 0 sobre Nigeria, por el primer duelo de eliminación directa, se vio el mejor fútbol de Argentina. Sarco volvió a abrir la cuenta en el amanecer del partido, algo que ya era una marca registrada (tres de sus cuatro goles en el torneo los convirtió antes de los 5 minutos) y apareció en toda su dimensión la figura de Maher Carrizo, que hizo jugar a sus compañeros y se despachó con dos tantos de gran factura. El póker de goles lo completó Mateo Silvetti, ingresando desde el banco. Más que una goleada, fue la confirmación de una idea clara, muy bien ejecutada.

En el final del primer tiempo, la lesión de Álvaro Montoro empañó lo que era una tarde perfecta: fractura de clavícula y final del torneo para el ex mediocampista de Vélez. Pero surgió la fortaleza de un grupo que no se permitió lamentos, y que demostró tener variantes a la altura de las circunstancias.

“Se viene un partido dificilísimo, somos dos selecciones que juegan muy bien”, manifestó el DT Diego Placente en la previa de los cuartos de final. Enfrente estaba México, dispuesto a cortar con una paternidad que ya es un calvario para la Tricolor.

En un cotejo marcado por la fricción, los nervios y la violencia, la historia volvió a repetirse, y Argentina ganó con autoridad, dando una muestra de absoluto carácter. Un nuevo gol tempranero – en este caso de Carrizo – y otro en el segundo tiempo, obra de Silvetti, silenciaron a un estadio que ardía apoyando al elenco de la CONCACAF. Con rendimientos altos en Julio Soler, Gianluca Prestianni, Milton Delgado y Juan Villalba, los 90 minutos se jugaron como quiso el equipo nacional, que lució muy sólido en todas sus líneas, y se repuso a una nueva mala noticia que fue la lesión de rodilla del defensor central Valente Pierani.

Colombia era el último obstáculo antes de una final que ya aparecía en el horizonte. La selección Cafetera llegaba entonada tras dejar en el camino a la poderosa España, pero no contaría con su goleador y figura Ney Villarreal, lo cual resultaba muy positivo.

Pero a la suerte hay que ayudarla, y los pibes argentinos dieron un nuevo golpe. Una vez más, Silvetti se vistió de héroe, ingresando en el segundo tiempo y marcando el gol del triunfo. Fue 1 a 0, no sin antes sufrir. Pero, por si algo faltaba, en un equipo en el que todos respondían, el arquero Santino Barbi también dijo presente con dos atajadas clave para sostener el arco en cero. La selección llegaba al último escalón del torneo, con tenacidad y determinación.

La final del mundial estuvo marcada por el amor propio de la selección argentina Sub-20, que nunca bajó los brazos y peleó hasta el final en un encuentro en el que tuvo muchas situaciones de gol, pero nada le salió. Fue derrota 0-2 ante la sorprendente Marruecos, y el sueño de volver a campeonar quedó trunco.

El segundo puesto es anecdótico, pero sobran argumentos para ilusionarse con un futuro promisorio ya que todas las cualidades de este equipo convergen en un mensaje de esperanza: pese a no haber coronado, la bandera del fútbol argentino quedó plantada bien alto en el mapa deportivo mundial, y se puede afirmar sin miedo que el camino es el correcto.

No es un fracaso. Está claro que lo que, allá por 1995, empezó con José Néstor Pekerman, hoy sigue dando frutos bajo la tutela de varios de sus ilustres alumnos, como Lionel Scaloni, Pablo Aimar y Diego Placente. Se perdió una final, pero se ganó en muchos aspectos. Al talento de siempre, se sumaron valentía, respeto, responsabilidad y códigos, elementos que deben seguir nutriendo los procesos de selecciones nacionales.