Hace años, los partidos eran rituales que reunían a los más apasionados en un único estadio para alentar, festejar, unir y sufrir como una gran comunidad, una que se formaba durante 90 minutos. No importaba de dónde venía el otro, o hacia dónde iba después, en ese juego, era percibido como un hermano, porque la sangre compartía los mismos colores. Los medios tradicionales intentaban compensar simbólicamente a los fanáticos que no podían presenciar los encuentros al transmitir desde diferentes formatos la pasión con la que se los vivía.
Hoy, gracias a la aparición de las redes sociales, las hinchadas logran mostrarle al resto sus vivencias online. Esta globalidad, que permite ver el detrás de escena, dejó momentos únicos, historias que trascienden los colores celeste y blanco y que devuelven la esperanza en un mundo repleto de odio. En el Mundial Sub-20, los estadios chilenos fueron anfitriones de mareas de bombos y banderas que llegaron desde todos los continentes, y aquellos que no pudieron estar presentes lo vivieron a través de las redes.
Lo que antes se quedaba únicamente entre los silbatazos del árbitro, ahora se convierte en una crónica de 24 horas que se escribe en tiempo real en X, en reels de Instagram y en TikTok. La gesta de los dirigidos por Diego Placente se transmitió como una historia del más puro folclore del deporte, con burlas y risas que borraron las diferencias a través del humor. Mensajes como: “¿Juega el chavo del 8?”; “Los mexicanos solo pegan porque no patearon una pelota en sus vidas” o burlas hacia jugadores que tenían un mal partido inundaron cada pantalla.
Desde sus propios dispositivos, cada hincha llevó su mensaje a los protagonistas, capitaneados por Julio Soler, que estaban a miles de kilómetros de distancia. “Orgullo por los pibes”, “Gracias por dejar bien en lo alto a la Argentina” y “esta selección nos representó de la mejor manera”, son algunos de los tantos mensajes que escribieron los argentinos en las redes sociales.
Mensajes de los hinchas argentinos luego de la derrota en la final
Desde el primer partido, los celulares de los hinchas y familiares de los jugadores se convirtieron en cronistas: videos de las madres y padres abrazando a sus hijos, stories que mostraron banderas y camisetas colgadas en hoteles y las emocionantes historias de familias contando la odisea del viaje. "Es muchísimo el sacrificio que hacemos. Pero, gracias a Dios, se nos dio y estamos en la final después de tanto", confesó la mamá de Tobías Andrada, mediocampista de Argentina.
“Te amo, barrilete, sos mi ídolo”, expresó con amor Martín Subiabre, padre de Ian, mostrando en esas palabras el orgullo de cada familiar que acompañó a los chicos en este torneo. Esos momentos de intimidad se difundieron miles de veces y ofrecieron el costado más sensible del torneo: la familia como la hinchada íntima e incondicional, que rebosaba de admiración por esos chicos a los que acompañaron en cada paso por esta carrera cuando apenas eran más grandes que una pelota de fútbol.
Luego del partido, en el que Marruecos levantó su escudo más alto que todos, miles de argentinos compartieron su agradecimiento al equipo nacional por representar al país como hace tiempo no se lo hacía. Las plataformas digitales se inundaron de mensajes hacia los jugadores, que se llevaron el amor y la gratitud de la gente por darles una alegría entre tantos momentos difíciles. El más importante de estos mensajes vino de uno de los mejores jugadores que vistió esta camiseta, Lionel Messi, que le pidió a los chicos que mantengan la “cabeza en alto” y agregó: “Aunque todos queríamos verlos levantar la copa, nos quedamos con el orgullo de ver cómo defendieron la celeste y blanca”.
Mensaje de Lionel Messi a través de historias de Instagram
Este Mundial Sub-20 no fue solo una competencia, fue una declaración de amor. Un amor transmitido a través de una pantalla, en palabras que viajaron más rápido que cualquier avión. Las redes sociales fueron el estadio más grande del mundo, donde cada like fue un aplauso, cada historia una bandera y cada mensaje una forma de decir “estamos con ustedes”. Porque la pasión no entiende de kilómetros, late en cada corazón que sueña con la gloria y se enciende cada vez que un chico viste la camiseta de su país y la defiende como si fuera su vida. En este Mundial, la conexión más fuerte no fue el internet, sino la de millones de almas unidas por un único latido: el del fútbol.